Iguana - Una especie muy común en el Nordeste Brasileño

Ella puede aparecer en las florestas tropicales de América Central y América del Sur. Una iguana-verde adulta puede medir 180 cm de largo y pesar de 6 a 8 kg. Se alimentan de frutas, hojas, insectos y también pequeños vertebrados. Posee una cresta que va desde la nuca hasta la cola, muchas veces mayor que el resto del cuerpo. Tiene hábitos diurnos y es un lagarto ovíparo realizando apenas un desove por año, con un promedio de 30 huevos.

El inicio de la estación reproductiva es caracterizada por la jerarquía impuesta por el macho dominante. En esta región en el período de marzo a mayo, los machos acostumbran a designar amplios territorios con un harén de varias hembras. Ellos tienen hábitos arborícolas, esto es, viven en árboles y cuando son jóvenes poseen una coloración verde intensa, ya de mayores, presentan a lo largo del cuerpo, líneas oscuras aunque el macho quede con los colores más vivos en el período de reproducción. Ellas también son buenas nadadoras y utilizan eso para huír de los depredadores. La cola de una iguana posee dos tercios del largo total del cuerpo y es usada como un látigo para su defensa. La popularidad de la iguana hace que ella fuese vista por muchos como un animal doméstico, siendo común las personas que las adquieren. Lamentablemente, muchas acaban siendo abandonadas tanto en instituciones como en el medio natural más allá de ser consumidos sus huevos y carne cuando son cazadas por las comunidades locales.

Estos animales como todos los otros desempeñan un papel importante en la naturaleza y, en ese período encontramos muchos de ellos en las calles, posadas y casas debido al período reproductivo. Sin embargo uno de los grandes problemas para la especie es la pérdida del hábitat por la deforestación y crecimiento urbano, además de animales domésticos como gatos y perros. Los atropellamientos constantes en los trayectos de Tibau do Sul y Pipa entre muchos otros caminos, podrían ser evitados pasando en baja velocidad con atención en las entradas, así evitaríamos varios accidentes con las iguanas, otros animales salvajes y el propio hombre.

Por Daniel Henrique Gil. Texto originalmente publicado en la Revista Bora - edición 05 - Abr/May 2014