Temporadas de lluvias
El calor continúa aumentando a cada año, sol aquí nunca falta, los niveles de radiación solar son los más altos de todo el continente, pero cuando la lluvia viene ella es bienvenida y no estorba en casi nada la vida cotidiana en nuestra región.
El nordeste brasileño es comúnmente conocido por el sol abrasador y por la sequía avasalladora que históricamente causó la migración de muchas familias para el sudeste del país. El litoral ya es una zona más estable que recibe lluvias constantemente, sin embargo, aún no se compara con regiones costeras del sudeste como la Serra del Mar que tiene gran volumen de agua de lluvia, nubosidad y humedad todo el año. En el litoral de nuestra región específicamente, no tenemos montañas o sierras tan próximas. Las lluvias ocurren pocos días en el año, normalmente vienen de mar abierto, son pasajeras y puntuales, pues no encuentran barreras a lo largo de la costa.
Pasamos todo el año prácticamente sin pensar en la lluvia y sin contar con ella debido a la poca frecuencia a lo largo de todo el año y también de las altas temperaturas y radiación solar que recibimos en la llamada tierra del sol. De cualquier modo, hemos sentido los efectos de las variaciones y alteraciones climáticas en ésta última década principalmente. Recuerdo que hace 10 o 15 años atrás, la lluvia caía en los meses de mayo y junio, lluvia que venía siempre de manera pasajera y era bienvenida. Llegaba luego del verano y demarcaba el final de la temporada alta. Era raro tener un dia entero de lluvia, normalmente era un día nublado, con lluvias pasajeras y variaciones entre sol y tiempo nublado. La proporción era de un día lluvioso por tres días de sol.
Como hemos observado últimamente, las alteraciones climáticas han afectado regiones conocidas por la riqueza de agua, como es el sudeste brasileño que está asentado sobre uno de los mayores acuíferos del mundo, el acuífero Guaraní, pero que aún así, en estos últimos años ha sufrido con la sequía, falta de agua y racionamientos que dejaron a la población en alerta roja, declarando estado de calamidad en la mayoría de las ciudades y de los grandes centros urbanos paulistas, mineros y cariocas.
Ya aquí en nuestra rica región, me parece que los cambios climáticos han llegado de manera más positiva, pues hemos tenido una temporada de lluvias más generosa en comparación a los dos meses anuales tradicionales. Las aguas de marzo cierran literalmente el verano, hemos tenido días más largos de lluvia y con volumen mayor al normal. Ríos que antes pasaban todo el año prácticamente secos, ahora tienen un volumen de agua abundante. Nuevos acuíferos y fuentes minerales están siendo descubiertas y exploradas en nuestro estado, todo ese agua hace florecer los bosques y llena de vida a los ríos, lagos, lagunas de las sierras, de la restinga y de la caatinga potiguares. La agricultura prospera y las regiones secas pasan a ganar nueva vida.
El calor continúa aumentando a cada año, sol aquí nunca falta, los niveles de radiación solar son los más altos de todo el continente, pero cuando la lluvia viene ella es bienvenida y no estorba en casi nada la vida cotidiana en nuestra región, por el contrario, ha sido muy bueno para nuestra tierra en general.
Un nuevo movimiento comienza a formarse, el sureño pasa a huír del sur y sudeste del país en búsqueda de temperaturas mejores y de regiones más fértiles y equilibradas. El nordestino que por muchos años huyó del sufrimiento de la sequía, ahora comienza a recibir a los paulistas, mineros y cariocas que deciden migrar para nuestra tierra rica y bendecida.
Hay otro fenómeno también que ha ocurrido con el aumento del volumen de las lluvias en ciudades como Natal, que ha sufrido recientemente con el desmoronamiento de laderas e inundaciones en áreas urbanas. Basta llover un día entero para que la ciudad entre en alerta y muchas de sus principales vías urbanas queden anegadas. Nuestro suelo arenoso y arcilloso es un filtro natural mineral que almacena el agua en sábanas subterráneas. Pero este mismo suelo no permite absorber tanta agua como ha caído entre los meses de marzo a junio. Eso genera anegamientos y aceleraciones también de la erosión de los acantilados, transformando rápidamente las costas y los paisajes naturales, así como el día a día de las ciudades y sus estructuras.
Las plantas y los bichos agradecen, los lagos, lagunas y ríos también. En tiempos de sequía general, tener más agua que lo normal es de cierta forma una bendición divina.
La preservación de los recursos naturales tiene también esencial importancia para el equilibrio ambiental.
Vamos a disfrutar la lluvia, que ella venga con vigor y con equilibrio. En tiempos de escasez hídrica, nos podemos considerar millonarios.
Será que el desierto se convertirá en mar?
Por Isaac Ache. Texto originalmente publicado en la Revista Bora – edición 11 – Abr/May 2015