La historia de las Casas de Harina

La historia de las Casas de Harina

La macaxeira es una planta cultivada por los indios mucho antes de la llegada de los colonizadores, y desde entonces se tornó ampliamente cultivada en todas las partes de Brasil, siendo empleada en recetas de la cocina brasileña, como la tapioca.

La tapioca es tan famosa y apreciada, que aparece en registros históricos que datan de 1551, escritos por el padre jesuíta João Manoel de Nobrega en su visita a Pernambuco.

Pero antes de que se torne esa maravillosa delicia indígena, la macaxeira precisa ser transformada en harina y ese proceso comienza desde las siembras de las plantaciones. Después de la colecta de la raíz (tubérculo), la mandioca es llevada desde los campos hacia las llamadas casas de farinha (harina), donde es pelada y colocada en el agua para ablandar y fermentar.

La “Casa de Farinha” es el lugar donde se transforma la mandioca en harina. El cobertizo destinado a la preparación de harina de mandioca, fue llamado de casa de harina y en la época pre colonial una casa de harina, era nada más y nada menos que un quincho de paja, algunas veces sólo con un lado cerrado, piso de tierra, un tacho; una rueda de madera con eje de hierro; cuerda para girar la rueda, banco de madera con triturador: aparador de masa, prensa; tamiz donde pasa la masa triturada y prensada para no pasar pedazos grandes de mandioca; recipiente para decantar el agua de mandioca, que dá la goma; recipiente para tamizar, horno, hecho con una enorme piedra de cuarzo, apoyada sobre un trípode de madera contrario al fuego, ruedas de palo, que son utilizadas para revolver la masa, como utensilios con los que nuestros antepasados mezclaban y lanzaban hacia lo alto la harina, hasta que el producto se encontrara en el “punto exacto”, o sea, tostado lo suficiente para no arruinarse.

En las casas de harina las tareas eran divididas, algunos hombres eran responsables por el proceso de arrancar la mandioca de los campos y transportarla para la casa de harina. Las mujeres y los niños raspaban los tubérculos y extraían el almidón o polvillo.

En estos lugares, además de la producción de harina de mandioca, se desenvolvían diversas manifestaciones culturales, como las “farinhadas” - fiestas alegres con música, danza y claro, mucha tapioca. Las farinhadas celebraban no sólo el resultado final de un día de trabajo o un ciclo productivo, también los vínculos familiares en su ejecución ya que la producción era hecha de modo artesanal, con mano de obra familiar o con la participación de miembros de la comunidad.

Las casas de harina tienen gran importancia histórico-cultural. Podemos decir que el mantenimiento de la estructura de “casa” es de algunos instrumentos utilizados en el período colonial surgieron allí. Otro punto que merece destacarse es el fortalecimiento del lenguaje de orígen indígena, usado para nombrar fases y productos del proceso de fabricación de la harina.

Debe destacarse también el canto ejecutado durante el trabajo, lo que resalta aún más los aspectos históricos y socioculturales, además de las relaciones sociales, familiares y comunitarias y la economía de subsistencia, típicas de comunidades indígenas.

 

Por Nathália Leme. Texto originalmente publicado en la Revista Bora – edición 14 - Nov/Dic 2015

Foto por Cícero R. C. Omena - Casa de harina, CC BY 2.0


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