Creando niños
La infancia es una fase extraordinaria. Un perÃodo mágico de la vida, lleno de aventuras, fantasÃas y diversión. Cierto? Depende del punto de vista.
En el mundo encantado los niños todo es nuevo. Son muchos estímulos, informaciones y descubrimientos que van ayudar en el desarrollo afectivo, social, cognitivo y físico. Y es simplemente increíble como eso sucede rápido. Cuando hablamos de desarrollo, precisamos considerar dos aspectos muy importantes: el biológico y el ambiental. Los dos precisan caminar juntos en este proceso y, por eso, se hace menester el entendimiento de la fase en que el niño se encuentra para saber cómo estimularlo de la mejor manera. La buena noticia es que, jugando, todo eso es posible. Es medio camino andado para los padres de Pipa, que disponen de un ambiente extremadamente rico en varios aspectos para el desarrollo de sus hijos.
Ahora pare por un instante e intente colocarse en el lugar de un niño. Imagínese un lugar totalmente nuevo, donde no entiende bien lo que las personas hablan y cómo actúan, para qué sirven los objetos, todos estos animales, estos colores, estos símbolos… ufa! Mucha información, no? Ah, eso sin hablar de los sentimientos que surgen y que no saben como manejar. Pero allí usted encuentra una persona que te mostrará todas estas novedades, te enseña sobre ellas y puede sentirse un poco más seguro. Y entonces, usted se entrega y confía en esta persona. Que alívio!
Se crea allí una relación de dependencia que va a durar muchos y muchos años. En este punto, el vínculo creado en esta relación establece la calidad de la misma y consecuentemente la calidad de la maduración.
Aquí surge otra cuestión: que significa madurar?
Los niños son vida, energía, movimiento, transformación, crecimiento. Y, a medida que va creciendo, va también aprendiendo, cambiando, adquiriendo autonomía y responsabilidades hasta que un día, deja de ser niño. Un proceso completamente natural e inevitable. Nos tornamos, al final, adultos. Llenos de compromisos, preocupaciones, tareas… De repente, sentimos anhelos de nuestra infancia. Anhelos del niño que fuimos y que quedó perdido en el recuerdo.
Aprendemos tantas cosas, pasamos por tantas experiencias y, aún así, sentimos ganas de volver a aquel tiempo. Retrocesos, nostalgia, síndrome de Peter Pan? Puede ser. La verdad, lo que pasa es que, cuando crecemos, dejamos que lo mejor del niño que fuimos se pierda en el tiempo y quedamos intentando rescatar ese niño de los recuerdos de la infancia. Como es bueno recordar los juegos, las artes, el ir a upa de nuestros padres… que lindo era!
Bueno, volver a ser niño nadie puede. Sin embargo, tener conciencia de que ese niño aún existe y está escondido allí dentro de usted, puede ayudar bastante. Él está allí olvidado, pero se alegra en el momento en que se le pide que vuelva. Y qué bien que hace este rescate… Puede ser enriquecedor este encuentro. Mirar para este niño con cariño, atención, respeto y amor es incluso curativo. Préstele atención, acójalo y ampárelo.
Reconozca sus miedos, alivie su dolor y entonces, prepárese para recibir a cambio la esencia más verdadera y sabia de su ser: el amor.
Con el correr de la vida, aprendemos mucho y desaprendemos también. Llega un momento en el que el niño tiene mucho que enseñar al adulto. Obseve a los pequeños, interactue con ellos y permita que su niño interno despierte y camine de su mano. Deje que la liviandad y espontaneidad aparezcan. Encántese, baile, grite, juegue, llénese de alegría, de esperanza, inúndese de VIDA!. Es su turno de cuidar a SU niño. Diviertase!
Por Rafael Proence. Texto originalmente publicado en la Revista Bora - edición 14 - Nov/Dec 2015